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Chaleco

Por Padre Raúl Hasbún

Por: | Publicado: Viernes 18 de diciembre de 2015 a las 04:00 hrs.
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Hace algunas décadas el automovilista arriesgaba recibir un parte por transitar con luces encendidas antes de la puesta de sol. Hoy recibirá el mismo parte y soportará el despojo de su tiempo, licencia, paciencia y patrimonio si osa surcar una autopista con las luces apagadas, a las 3 pm de un largo y ardiente verano. Ignoro cuál era el bien jurídico amenazado por circular con luz de batería bajo pleno imperio de luz natural. Conozco el argumento de los expertos en regulación y restricción: estudios de universidades suecas, finlandesas o canadienses que revelan disminución de accidentes viales gracias a la imposición de circular siempre con luces encendidas. Se salvan vidas humanas. ¿Quién se atreverá a oponerse?

En virtud de tan inapelable apelación, el conductor se resignará a sortear en cada cuadra uno o dos lomos de toro -en rigor, de camello- absorbiendo estoicamente el impacto en carrocería, esqueleto y riñón, aunque los remonte a 0,5 km. p/h. Antes, habrá blasfemado al caer abruptamente en la trampa de hoyos (“eventos”, en jerga oficial) tan profundos como inadvertidos, que con suerte serán reparados en vísperas de elecciones o en el mes bendito, febrero, en que las autoridades atraen y halagan a los automovilistas con cantos de sirena, para atrapar el pago del permiso de circulación. Reincidirá en la blasfemia cuando, tras esperar tres luces verdes para girar encuentre un paso de cebra ingeniosamente diseñado para que peatones crucen sin apuro desde ambos lados, dejándole encajonado en posición obstructiva, insultado y multado. Finalmente, al querer estacionar -siempre tarde, por los tacos, paros, vías exclusivas y marchas- chocará contra la política oficial de desincentivar el uso de su automóvil: menos y cada vez más caros estacionamientos. Terminará citado al juzgado para pagar multa equivalente a 1/5 o 1/10 de su ingreso mensual. Si no fue por estacionar, será por circular cuando el intendente se lo prohíbe la noche anterior, o por usar su teléfono y no su cinturón, llevar su perro en el asiento delantero o bloquear la zona de libre circulación.

A partir de enero le cursarán infracción y le negarán permiso de circulación si no porta en su kit el chaleco reflectante que salvará su vida si tiene que detenerse y salir del vehículo. El acatará y pagará mansamente. Ya está advertido de que no tiene defensa ni defensor. Lo han estigmatizado como un privilegiado, contaminante, peligro para la sociedad y por eso fuente inagotable de extracción de recursos vía impuestos y multas. Por eso le roban el vehículo y los asaltantes, impunes, ríen y gozan. La misión del automovilista privado es callar y pagar. El chaleco reflectante le hará más visible pero no lo hará más audible. Es, junto a las dueñas de casa, el gremio más desorganizado y más desprotegido de Chile. Chaleco de mono.

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